jueves, 15 de mayo de 2008

Un apetito insaciable, el triunfo del lucro sobre la protección sanitaria.


Artículo escrito por el Prof. Vergara que hace una fuerte crítica a como el lucro ha tomado un papel preponderante en la actividad farmacéutica por sobre los principios sanitarios.

Si bien fue sorpresiva la decisión del Ministerio de Salud que dejó desregulada la instalación de los Almacenes Farmacéuticos, no es éste un hecho inaudito si se observa un proceso impulsado por algunas empresas farmacéuticas productoras y comerciales que tienen por objetivo sacar los medicamentos de las farmacias y alejarlos del control y vigilancia del farmacéutico.


Por Dr. QF Hernán Vergara *

En Europa, donde la farmacia tiene una sólida connotación profesional, hace ya varios años está operando una organización llamada “Self Med” que propicia el paso de un mayor número de medicamentos de prescripción a la categoría de venta sin receta. Detrás de esta idea, que “Self Med” justifica como una forma de liberar recursos médicos para una mejor atención de problemas sanitarios de mayor gravedad, está el afán de aumentar las utilidades a través de la venta libre de los llamados medicamentos sintomáticos y de paso aprovechar que estos productos no tienen restricción publicitaria.

Con frecuencia se presenta el modelo “drugstore” de Estados Unidos como un paradigma, cuidándose mucho de reconocer que en ese país se gastan cada año millones de dólares para remediar los males que origina el uso no racional de fármacos en un sistema de consumo abierto. Muchos de los medicamentos OTC tienen una inocuidad dudosa que es motivo de reparos de parte de profesionales e investigadores del mundo de la salud.

Es el modelo neoliberal globalizado el que pretende incorporar a su dominio productos que deben ser tratados como bienes sociales y no como artículos de consumo comercial. Los que así actúan son los mismos que quieren que la gente acceda a los medicamentos en “puntos de venta” y no en “centros de salud”.

Donde se ponga el tema en observación se apreciará una fuerte arremetida de las grandes empresas farmacéuticas para modular tanto la producción como la comercialización de medicamentos en la forma más desregulada posible.

En España, por ejemplo, ha prosperado una ley de reciente dictación, la llamada “Ley de Sociedades Profesionales” a través de la cual se pretende habilitar la participación de capitales ajenos (hasta en un 25%) en la propiedad y funcionamiento de las farmacias.

Ello ocurre en un país donde a lo largo de siglos se desarrolló un modelo ideal de farmacia con la más plena satisfacción de los pacientes. Allí existe el dominio (propiedad) de la farmacia exclusivamente en manos del farmacéutico, ninguno puede ser propietario de más de un establecimiento, se respeta la distribución territorial de farmacias según necesidades sanitarias y los precios están sujetos a normas establecidas por la seguridad social.

El farmacéutico español cuenta con la máxima identificación social, respeto y reconocimiento de parte de la ciudadanía. Por eso se ha elegido el mayor bastión farmacéutico para destruirlo y con ello poner todo el mercado farmacéutico europeo bajo el control de las grandes compañías. La presión es también muy fuerte en los países nórdicos cuya conducta farmacéutica es muy similar a la de España y en otros países donde el farmacéutico es un referente imprescindible en la materia.

El movimiento en cuestión funciona en base a organizaciones obsecuentes y en muchos casos a otras manejadas directamente. Hay una fuerte movilización por la llamada Armonización Regulatoria que no es otra cosa que adecuar las normas nacionales a las dictadas por la ICH (Internacional Conference of Harmonization). Cada vez se exigen registros sanitarios más rápidos, validación universal de estudios clínicos propios y la inclusión de cláusulas de protección para sus productos en los tratados comerciales, aún poniendo en riesgo la debida atención sanitaria de los habitantes de los países signatarios de menor desarrollo.

Ha habido voces que se han levantado para paliar el efecto de estos apetitos insaciables. La OMS ha debido poner en marcha el programa de “drogas huérfanas” para asegurar el acceso a medicamentos que no tienen buenos réditos comerciales. El papa Juan Pablo II, a su vez imploró reducir los precios de los fármacos contra el SIDA.

Estas y otras intervenciones fueron obligadas por el desenfreno que quedó evidenciado, por ejemplo, en las declaraciones de un ejecutivo de un laboratorio alemán que el día de su jubilación expresó que se iba con una deuda al no poder crear fármacos para sanos. Hoy éstos ya existen.

Chile ha sido elegido como “banco de prueba” para que como “cabeza de playa“ abra otras posibilidades en los países de la región. La elección podría explicarse por el desarrollo que ha alcanzado el modelo de libre mercado en nuestro país y por el acelerado proceso de marginación de su gestión profesional que ha sufrido el farmacéutico chileno desde la desregulación de 1981.

Para nadie es un misterio que el farmacéutico está confinado a una gestión cada vez más intensa en el área administrativa y obligado por objetivos puramente lucrativos como es el cumplimiento de metas de venta. Es lo que sucede en las farmacias de cadenas donde el personal dependiente se mueve, contrariando muchas veces las órdenes del director técnico, en la búsqueda de su remuneración que la construye con una precaria renta base, sólo incrementada por las bonificaciones derivadas de las ventas y promociones.

La velocidad de rotación que el éxito comercial exige como una herramienta fundamental, impide una buena atención profesional y es la causa principal por la cual la “Atención Farmacéutica” no ha logrado aún prosperar. La llamada “integración vertical,” entendimiento ilícito entre productores y comerciantes para favorecer la venta de unos productos pactados y negar la de otros ajenos, desvirtúa gravemente la definición de farmacia, y abre paso a la intercambialidad, que mientras no tengamos bioequivalencias acreditadas, constituye un riesgo adicional.

Todo ello, desgraciadamente, al amparo de la falta de “cultura del medicamento”que observamos en Chile. La superación de este déficit cultural sería una gran barrera de protección sanitaria. La situación farmacéutica que vivimos no nos gusta y nos preocupa. Quizás debemos asumir alguna culpa, pero la venta de medicamentos en ferias, buses y almacenes de barrio, revela una falta de vigilancia sanitaria y policial. Por cierto que el panorama no es satisfactorio, pero ello no faculta decir que los almacenes farmacéuticos no agravarían la situación. La respuesta es: lo malo no faculta propiciar lo peor.

Es tan brutal la falta de respeto al medicamento que implica la decisión del Minsal, que hace pensar que en definitiva no prosperará. Nuestra movilización ha conseguido por ahora congelar la situación e instalar una mesa de diálogo Ministerio-Colegio. Estamos a la espera de alguna proposición que puede ser una “moneda de cambio” que no aceptamos: la salida de medicamentos a las “góndolas”. Los más altos tribunales de justicia, hace cuatro años, rechazaron unánimemente esa pretensión.

Con una visión optimista debemos convertir esta situación en una buena coyuntura para revindicar nuestra noble y digna profesión. Debemos cerrar filas en torno a nuestro colegio y luchar sin claudicaciones ante la adversidad y la incomprensión. Queremos un gremio unido y solidario; al mismo tiempo, pujante, altivo y presente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Queremos un gremio unido y solidario; al mismo tiempo, pujante, altivo y presente" palabras del profesor Vergara, que debemos tomar muy encuenta a la hora de alzar la voz como una sola voz QF.

Me gustaría que todos los profesionales y próximos titulados tomen conciencia de que debemos colegiarnos para fortalecernos como un GRAN GREMIO y comprometido con nuestros ideales.

Anónimo dijo...

Lindas palabras del profesor vergara, pero el colega que trabaja con el en este blog, piensa igual ????